Frente al fin de una relación de pareja muchos no saben como reaccionar. Algunos buscan reemplazarla inmediatamente, otros se victimizan y se aferran al dolor de la pérdida.
Para comprender por qué nos afectan tanto esos cambios es preciso tener en cuenta que, en determinadas ocasiones, resulta un golpe muy duro porque se pierde todo lo que se había proyectado. Impacta verse sin el otro, sin los planes trazados en un momento de amor, sin los hijos, otra casa, otro ritmo, etc.
La separación puede venir acompañada de una depresión profunda, especialmente si uno delos dos se aferró al otro cual salvavidas. Si bien se vive como un golpe repentino, por lo general, antes de la separación física hubo una división emocional y la pareja tuvo conflictos cada vez más frecuentes.
Un alto porcentaje de las parejas se separan por un tercero (que en muchas ocaciones fue buscado para poner fin a la relación). Pasado un cierto tiempo de la separación, llega la adaptación: hay una nueva realidad, se vive en otro ritmo y posición social. En pleno dolor, el separado necesita del apoyo de amigos y el tiempo para no decidir nada inapropiado. Es allí donde el duelo puede ser elaborado.
Es importante aceptar que los desacuerdos y las separaciones son parte del ciclo de la vida y hay formas sanas de atravesarlos. Un divorcio percibido como etapa cerrada es positivo cuando existen límites claros y hay un reconocimiento de la propia responsabilidad; la persona estará avanzando y podrá tener una relación de armonía con el ex.
Luego del duelo vendrá el crecimiento y de la capitalización de la experiencia vivida.
Aunque cada separación es distinta a otra,, siempre es recomendable ir paso a paso y nunca decidir sobre la base del dolor y la angustia.
En esta nueva etapa, hay cosas nuevas por nacer y se debe descubrir esa nueva identidad.
Bernardo Stamateas
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