Muchas veces cuando comemos no comemos por hambre física, comemos por hambre emocional. Hay personas que comen y a los diez minutos tienen hambre, esos diez minutos que pasaron y que se vuelve a tener hambre, es el hambre emocional...
Tenemos que chequearnos. ¿Estoy comiendo para satisfacer mi hambre, o hay un cambio emocional? Muchas mujeres y hombres comen cuando están con depresión, cuando se sienten solos, cuando hay broncas, cuando hay ansiedad, por eso tenemos que tratar de identificarlo.
Tenemos que comenzar a cuestionar un poco los modelos... Recuerden que hace años atrás el pecho perfecto era el que cabía en una copa de champagne, en el siglo XVI los hombres usaban peluca y se maquillaban, es decir que los conceptos de belleza van mutando y deberíamos cuestionarnos:
¿Y por qué tiene que ser así? ¿Y quién dijo que tiene que ser de ésta manera?, porque cuando comenzamos a cuestionar salimos de esos mandatos que afectan a tantas y tantos miles de chicos en nuestro país.
¿Estamos dispuestos a renunciar a los resultados para enfocarnos en el proceso? Porque sucede que cuando el foco está en "tengo que bajar de peso" nos estamos ocupando tal vez de un síntoma y tenemos que dejar el síntoma, porque cuando nos obsesionamos por este generamos más ansiedad, debemos recuperar otra vez el mundo interno. Saber que la belleza no es un permiso para ser feliz y que valemos por quienes somos, no por lo que la sociedad nos dice, lo que sucede es que hay un castigo psicológico social, tendríamos que incorporarlo dentro de los trastornos de la agresividad, poner el trastorno agresivo cultural, esa sociedad que te rechaza cuando no estás dentro de esos estándares de belleza.
A la persona con sobrepeso se la ve como vaga, perezosa y no como una persona con una enfermedad.
Bernardo Stamateas - diario Tiempo Argentino
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